martes, junio 27, 2006

la nube

Una nube enana
blanca
en medio de todo el cielo,
como un niño perdido en la puerta de un supermercado.

El norte, el sur, el este o el oeste
son para ella
palabras tan huecas como su propia alma de nube.

Si quisiera escapar
si quisiera esconderse en un portal
o detrás de un árbol

huir de este protagonismo indeseado.

Sin embargo no huye

deja que el viento con su lengua rasposa
la deshaga arrancándole trozos
como a una nube de azúcar

domingo, junio 25, 2006

arañazos

Tumbada en la tierra roja de un campo de castilla
un cielo inabarcable y celeste tiembla sobre mis ojos
arañado por estelas de aviones.

sábado, junio 24, 2006

cosquillas

El títere era el típico títere, es decir: tenías que meter la mano por la parte de abajo e intentar acertar los dedos adecuados para que la forma y los movimientos tuvieran sentido.
El problema es que el títere tenía cosquillas y cada vez que yo intentaba meter la mano en su camiseta, él se retorcía de tal forma que mis dedos se hacían un nudo deforme y se daban por vencidos retrocediendo como un cangrejo viejo y humillado.

a contraluz se ven los hilos

Reírme de mí.
Mirarme al espejo y reírme a carcajadas de mis propias trampas. De los anzuelos que he ido dejando a mi alrededor durante años, las redes en el techo, en el suelo (detrás de las puertas), las atrapa-ratones mentales.
Reírme de mí, cazadora inexperta que acecha la sombra.
Reírme de mis trucos de magia en los que se ven los hilos desde lejos. Reírme de la carta escondida en la manga, asomando como una lengua burlona.

la jaula

tenía las palabras metidas en una jaula.
sí, ya sé, otra vez las palabras. pero es que es así. tengo que decirlo.
se sentaba en una silla a la que el sol le daba desde la ventana sólo por la mitad: dos patas en la sombra, dos patas en el sol. se sentaba en la silla y miraba a las palabras en su jaula. a veces (sólo a veces) les tiraba miguitas de algo, no sé qué. he llegado a pensar que lo que les tiraba (sólo a veces) eran trocitos de recuerdos desmenuzados, para que las palabras no se atragantaran al comerlos. de cualquier manera, las palabras comían poco y hacían poco ruido.
ella las miraba, les cantaba canciones los domingos por la mañana (sólo los domingos por la mañana) y las palabras vivían una vida un poco triste.

abre la puerta de la jaula. quita de una vez la silla de la sombra- se dice a veces pero no se escucha. se hace la disimulada consigo misma. como si la vida le pasara a otra.
a todo esto, la jaula se balancea con el viento, muy suavecito, y las palabras pasan el día adormecidas, en un sopor parecido a la muerte.