viernes, noviembre 24, 2006

demasiada imaginación

Mi vecina de abajo baja las persianas
como si decapitara a alguien imaginario.
Cada noche,
las vapuleadas tablas de madera
se superponen unas sobre otras
de repente, sin aviso,
con un golpe seco que asusta
y yo imagino el patio interior
llenándose de amontonadas cabezas solitarias
hablando inútilmente unas con otras
sobre las inescrutables formas que toma
el deseo contenido
la soledad
el miedo.

domingo, noviembre 12, 2006

la misma herida

Con dos dedos tiro del hilo que sutura la herida y parece que estuviera deshaciendo el lazo de un regalo. La cicatriz se abre despacio como si fuera una boca a punto de pronunciar la palabra volver, pero sólo se escucha el silencio de mi voz y si me esfuerzo un poco, el galope de mi corazón alejándose de mí.
Todo lo que puedo decir será utilizado en mi contra por mí y por eso todo lo que digo hoy y desde hace demasiados días parece el alegato final del juicio final.
Ahora que ya he conseguido abrir la herida otra vez tan sólo queda hurgar en ella hasta pasar del otro lado, atravesar el espejo dejándome la piel en el intento para llegar desde este salto inútil al mismo punto en donde se inició todo.
En ese punto donde todo empezó estoy yo, con la primera herida aún sin cicatrizar, esperándome a mí que sigo aquí como si el calendario fuera infinito, mirando pasar las cosas distraída con estas palabras.

sábado, noviembre 04, 2006

Argentina for ever

El bebé desnutrido movía los brazos como pidiendo auxilio. De su boca siempre vacía no salía ni un sonido: hasta eso había perdido. En su lugar, la mueca del llanto.
Los brazos y las piernas, palitos de madera quebradiza. La piel, una metáfora. En los ojos el miedo (o la verdad), instalado para ya no irse nunca.
El bebé morirá o estará condenado para siempre a una vida fuera de esta burbuja. Dentro de la burbuja, el primer mundo celebra sus supuestos triunfos y los culpables del saqueo, del hambre, sonríen como si no tuvieran ojos ni conciencia, embutidos en trajes que brillan a la luz de los focos.
Al apoyar la cabeza en la almohada pueden cerrar lo que hay detrás de la mirada y dormirse. No ven al niño, su esqueleto harapiento. Y mucho menos ven lo que el niño lleno de huesos secos representa.