viernes, diciembre 19, 2008

tango

Cuando crece la noche
el insomnio me deja su nombre
naufragado en la almohada

lo agita, lo remueve,
mientras me hace preguntas circulares con puntas
despedaza la calma

(como un niño malvado
lanza dardos y muerde:
ella no quiere hablarte
no ves que ya te olvida).

El insomnio golpea
allí donde la duda se amotina,
se pertrecha en mi cama
me anuda por la espalda
y me dicta al oído
poemas que ella no leerá
y que debo devolver a la noche
junto con todo lo demás
por la mañana.

jueves, diciembre 18, 2008

una semana

Que alguien me explique el tiempo
cómo funcionan
los relojes,
dónde se guardan
desmedidas
las hojas de los calendarios arrancadas sin verte.

Que alguien cuente las horas otra vez,
es imposible,
no son sesenta segundos lo que dura un minuto
ni veinticuatro horas lo que forma este día que no pasa.

Que alguien responda,
de verdad,
cuánto son siete días:
¿algo como esta eternidad
o sólo una semana?

martes, diciembre 16, 2008

barca (jugando con crayones)

domingo, diciembre 14, 2008

renuncia

Con palabras redondas
me entregó su renuncia
firmada.

Sin embargo
con el cuerpo
(incluso la mirada)
parecía querer borrar la firma
subrayada.

Yo me quedé perdida
en la bifurcación del no sé nada

ahuyentando recuerdos con la mano
poniéndoles bozales rotos
a mis ganas.

viernes, diciembre 12, 2008

Curación

Para una curación de emergencia, se procederá, cada día, a coger una mariposa de las que revolotean en tu estómago y a cortarle las alas con una tijera oxidada. Luego, se la devolverá al conjunto de mariposas. Si el día está gris, pueden cogerse incluso dos mariposas, pero no más, porque podría producirse un shock.

Si habiéndole cortado todas las alas a todas las mariposas (el tiempo de trabajo dependerá de la cantidad de mariposas acumuladas durante cuatro meses), la curación no se produjera, el siguiente paso inevitable será provocar el vómito:

En un vaso de fiesta ibicenca se colocarán a partes iguales una dosis de su miedo (del de ella) y otra de tu prudencia (de la tuya). Bebiéndolo de un trago (sin hacerse preguntas ni recordar su beso), el efecto debería ser inmediato: un vómito de mariposas aturdidas y sin alas salpicando el suelo como un cuadro de Pollock.

El estómago se quedará triste como un nido vacío no se sabe por cuánto tiempo, y el corazón roto, con una cicatriz profunda por la que podría navegar un barco de Á.

miércoles, diciembre 10, 2008

tocado

La doctora auscultó el corazón con un aparatito indescriptible, como si fuera el ojo de un brazo metálico extensible de uno de esos monstruos extraterrestres.
Tal vez por eso, al rozar sobre el pecho desnudo, la máquina hizo un ruido de mundo submarino, oscuro, algo desconocido, inexplorado.
La paciente tembló y aunque no lo pensó conscientemente, por un segundo intentó imaginar cómo sería el último día de su vida.
Mientras pensaba sin pensar en nada, de su corazón sumergido seguían saliendo ruidos burbujeantes.
Al terminar la exploración, la doctora diagnosticó lo siguiente con distante profesionalidad:
Corazón oxidado, habitado por peces apasionados, que algunas noches montan fiestas para llamar la atención. Al fondo, donde no parecía haber nada, un cofre cerrado al que le falta la llave. Abierto a la fuerza, salen a flote unos recuerdos muy tristes, varios miedos que se quedan flotando en la sangre como sábanas al sol.
La doctora, impasible, recetó urgentemente: dosis diarias de antioxidante en forma de besos, poemas, paseos nuevos, canciones, risas, trabalenguas, globos de chicle, narices de payaso.
Aunque la paciente duda de la doctora, guarda la receta en el bolso y sale de la consulta pensando solamente en hacer eso que tanto le apetece hacer y que se había olvidado que quería.

viernes, diciembre 05, 2008

cosquillas

No saber qué hacer con mi deseo, dónde ponerlo, cómo controlarlo. Se desboca, se cae de las sillas, habla en medio de la sala del cine, me despierta con golpecitos en la cara, se tira de cabeza a la taza del café, me salpica de besos imaginados, cambia de sitio los libros, las canciones, se esconde dentro de la nevera, me eriza cuando creo no estar pensando en nada.

A ratos, lo pierdo, brevemente, el aire queda quieto, insoportable. Parece que la vida transcurre con el sigilo absurdo de la rutina vacua. Incluso, no sé cómo, laten los corazones.

Cuando estoy a punto de caerme, vencida de vacío, imagino tu piel debajo de la mía. Y entonces me despierto. Vuelve el deseo a abofetear el cuerpo, a hacer cosquillas donde más me río.