jueves, agosto 20, 2009

casa de empeños

Llevé mi corazón empeñado en quererte a una casa de empeños. Mientras latía ahogado sobre el mostrador, la empleada lo miró con desgana. Esto no vale mucho- dijo.
Revolvió en un cajón de madera y sacó de él una postal antigua de una iglesia, en color sepia, estaba protegida por un plástico transparente. Al entregármela, como si quisiera explicar lo justo del pago, dijo: dicen que en esa iglesia ocurren milagros.
Yo cogí la postal, la guardé en mi bolsillo y salí del local sin mirar hacia atrás, para no ver cómo la empleada guardaba mi corazón en una caja, cómo la sellaba con cinta adhesiva, cómo colocaba la caja en un estante, entre libros antiguos y collares de perlas falsos.