miércoles, noviembre 25, 2009

un delirio (con perdón)

El lenguaje me da forma y me deforma. Esclava del sentido, del significado, de la explicación exhaustiva.
Y hoy, no querer ni palabras ni discursos que no alcanzan a tapar agujeros ni a cerrar las heridas y mucho menos a conjurar el miedo.
No querer ni coherencia ni certezas, sino vaciar la caja entera sobre la mesa y que la historia, indisciplinada, se desperdigue por los cuatro costados: el antes, el ahora, lo que fue, lo que será, en movimiento de hormiguero revuelto.
Cambiar el lenguaje por su lengua, el diccionario por esta ignorancia incuestionable, la confirmación cierta de que me he perdido.
Constatar porque sí, sin querer, lo inasible de todo, es decir, comprobar que la sala de control hace aguas, que mi dictador interior con complejo de capitán de barco, sólo quiere abandonar la escena del crimen e irse con su mamá.
Que no haya botes salvavidas ni paracaídas de colores.

Que el dolor de cabeza, como un despertador enloquecido, me impida pensar con ilusa claridad.

Deshacer el lenguaje como un trozo de pan para los pájaros.

Escribir sin saber qué quiero decir y llegar a este centro de no se sabe qué, a un segundo en equilibrio, a la ingenua claridad del pinchazo de una aguja, el momento en el que parecería que vale tanto decir todo como decir nada.

domingo, noviembre 22, 2009

kamasutra (o sillasutra)

lunes, noviembre 16, 2009

por pedir que no quede

Hoy, pedirle peras al olmo. Y piñas. Manzanas. Fresas. Pedirle mangos y plátanos de Costa Rica (o de Canarias). Pedirle mandarinas y naranjas. Pedirle incluso maracuyás.
Y por esta vez, que el olmo se apiade y florezca como una frutería y nos llenemos la boca y el espíritu de algo más que lo de siempre.
Que el deseo sea concedido.
Que el deseo sea.