martes, noviembre 22, 2011

Para leer en forma interrogativa

Has visto,
verdaderamente has visto
la nieve, los astros, los pasos afelpados de la brisa...
Has tocado,
de verdad has tocado
el plato, el pan, la cara de esa mujer que tanto amás...
Has vivido
como un golpe en la frente,
el instante, el jadeo, la caída, la fuga...
Has sabido
con cada poro de la piel, sabido
que tus ojos, tus manos, tu sexo, tu blando corazón,
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.

Julio Cortázar.

lunes, noviembre 21, 2011

Glup

Ejercicio de silencio

Prisionero en el silencio, entre rejas de nada y hasta cuándo.
El silencio es una anguila que se escurre entre los días vacíos sin su voz.
Caen gruesas gotas de silencio sobre el tejado de una espera solitaria.
Camino hacia el silencio entre las amarillas flores silvestres que invade el prado de la distancia.
Cuando estaba agazapado en la espera de leer, me envió cartas de silencio, vacías misivas, nada.
Sentado bajo los ahorcados, abrumado por el silencio, me enjuago el sudor con la negra capucha del verdugo.
Como un alquimista ebrio, busco, alborotado, la fórmula magistral que descifre el silencio.
La corneta cerró el día, sólo queda convivir con el silencio y buscar el sueño.
Oh, Sísifo encadenado, levanto una y otra vez la piedra del silencio, una y otra vez cae sobre mí.
Una garza busca el silencio entre los nenúfares, bajo el agua negra de la ausencia implacable de su voz.
El trasatlántico del deseo chocando contra el iceberg del silencio. No hay supervivientes.
Corazón, de Edmondo de Amicis. Silencio. - Oh, es usted realmente un anciano-.
Caricias perdidas en el sopor de la siesta. Azar de tener su cuerpo. Silencio.
Levanto contra el silencio los guerreros indomables de mi constancia y hablo, hablo. ¿Hasta cuándo?
Dom Perignom, ¿te parece? Algo que la saque del silencio, que suelte su lengua.
Piel con piel, labios con labios, alma con alma, su cuerpo junto al mío. Y el silencio de la noche cae con parsimonia sobre nosotros.
El estandarte de mi voz clavado, como cada noche, en la colina de su silencio. ¿Resistirá?
Cuando tengan fuerza estos brazos tendidos, cuando desgarre con mis manos su silencio.
Leyendo a Salinger, acompañado de su silencio, de su no estar.
La realidad es cruda y tierna, su silencio es duro, insoportable.
Su silencio es un tiburón gris, inmenso, voraz, acaba de comerme las piernas. Y Spielberg lo ha visto.
Un afilado silencio de ámbar, maquinando conquistas y terror, Daniel Goleman me aburre, y ella.
El silencio submarino es lógico, aunque mil sirenas abracen a Neptuno.
Su silencio puede ser una actitud, o comodidad, o aburrimiento, o espejos.
Me gusta el sexo en silencio, hablando, cantando, dormido, despierto, por la mañana, por la tarde, en invierno, y, y, y.
Intento buscar la razón de su silencio y lo encuentro en el viento que roza los cristales de mi ventana. Además ya sé leer.
Bajando en silencio por las Ramblas, inquieto como un lémur.
No me falta inspiración, me sobra su silencio.
Puede seguir en silencio durante todo este siglo, yo sabré que es miedo.


Pedro. Glup 2.0

viernes, noviembre 18, 2011

otro más de La ciudad de sol (el último)

pasará (llevándonos o yendo al arrastre)


Y esto también pasará, como pasan las cosas que dejas que pasen, o como pasan las cosas que haces que pasen. Como las guerras y las oportunidades. Como los atardeceres y las bandadas de aves migratorias. Esto también pasará.
Pasará porque es el signo de la vida.
Porque todo se mueve aunque tú quisieras tener más tiempo para estar seguro, sin estar seguro de querer estar seguro.
Pasará. Esto también pasará. Ya está pasando ¿no te das cuenta?

Y tal vez te lo pierdas sin estar perdido y no vas a poder poner el estar ciego como excusa.

Edu Solano Lumbreras. La ciudad de sol.

miércoles, noviembre 16, 2011

otra vez puf

Algo muy viejo que vuelve.


¿en qué momento me salvo?
¿cuál es el segundo imposible?

quiero decir
si me levanto y verifico mis huellas dactilares
si me palpo y reconozco un murmullo de ríos
si me interrogo y respondo: estoy viviendo
puedo cerrar entonces los pulmones
doblar la voz / llover los ojos
poblarme el sueño y reír /
estoy salvado

pero si eso no ocurre
si tengo inservibles las manos
si en vez de labios tengo bosques de madera
¿en dónde pongo los besos que me sobran?
o más triste aún
¿en dónde ponen los besos que me faltan?


Edu Solano Lumbreras. La ciudad de sol.

viernes, noviembre 11, 2011

...

yo no quiero que me escuches respirar en lo que escribo,
que veas mi herida, mi sangre, mi dolor puesto de vuelta,
mis ganas de vivir, mi jugármelo todo por un beso

porque entonces
será tan solo
la crónica
de un hombre solo

yo lo que quiero es que te escuches respirar en lo que escribo,
que sanes tu herida, que sientas tu sangre y tu dolor puesto de vuelta,
que te entren ganas de vivir, de jugártelo todo por un beso

porque la escritura que no es puente,
que no hermana, que no involucra, que no atañe...
la escritura que no es nido o trinchera o refugio para varios,
no es escritura

es sólo el eco de una voz frente al espejo,
el delirio de un loco hablando solo,
un fuego de artificio,
una estrella fugaz sin su deseo


Edu Solano Lumbreras. La ciudad de sol.

miércoles, noviembre 09, 2011

cambiar

Por el amor, los tacaños se hacen desprendidos, los huraños desfruncen el ceño, los cobardes se atreven, los ásperos se vuelven sensibles, los ignorantes se esmeran, los desaliñados se atildan, los sucios se limpian, los viejos se las dan de jóvenes, los ascetas rompen sus votos y los castos se arrojan en los brazos de la lujuria.

Ibn Hazm. El collar de la paloma.

otra visión

No podemos saberlo. Nadie lo ha dicho.

Quizás allá no quede más que una red desfondada,
cuatro sillas de paja desflecadas y una galleta vieja
mordida de ratones. Es posible que Dios sea un ratón
y que corra a esconderse tan pronto nos vea entrar.
Y es posible que en cambio sea esa galleta vieja
mordisqueada y mohosa. No podemos saber.

Quizá Dios tiene miedo de nosotros y escape, y largamente
deberemos llamarlo y llamarlo con los nombres más dulces
para inducirlo a volver. Desde un punto lejano del cuarto
él nos mirará fijo, inmóvil.

Quizá Dios es pequeño como un grano de polvo,
y podremos verlo solamente al microscopio,
minúscula sombra azul detrás del cristalito, minúscula
ala negra perdida en la noche del microscopio,
y nosotros allí en pie, mudos, contemplándolo, en vilo.

Quizá Dios es grande como el mar, y lanza espuma y truena.
Quizá Dios es frío como el viento de invierno,
tal vez brama y retumba en un rumor que ensordece,
y deberemos llevar las manos a los oídos,
y agachados, temblando, replegarnos al suelo.

No podemos saber cómo es Dios. Y de todas las cosas
que quisiéramos saber, esta es la única verdaderamente esencial.
Quizá Dios es tedioso, tedioso como la lluvia
y aquel paraíso suyo es un tedio mortal.

Quizá Dios tiene anteojos negros, un echarpe de seda,
dos mastines a los flancos. Quizás use polainas
y está sentado en un rincón y no dice palabra.

Quizá tiene el pelo teñido, una radio a transistores
y se broncea las piernas en la terraza de un rascacielos.
No podemos saber. Ninguno sabe nada.
Quizá no bien lleguemos nos mandará al espacio
a comprarle pan, salami y una damajuana de vino.

Quizá Dios es tedioso, tedioso como la lluvia
y aquel paraíso suyo es la consabida música,
un revolar de velos, de plumas, y de nubes
y un aroma de lirios y un tedio de muerte,
y cada tanto una media palabra para pasar el tiempo.
Quizá Dios es dos, una réplica de esposos
librados al sopor de una mesa de hotel.

Quizá Dios no tiene tiempo. Dirá que nos vayamos
y volvamos más tarde. Nosotros nos iremos de paseo,
nos sentaremos sobre un banco a contar trenes que pasan,
las hormigas, los pájaros, las naves. De aquella alta ventana
Dios se asomará a mirar las calles y la noche.

No podemos saber. Nadie lo sabe.
Es posible incluso que Dios tenga hambre y nos toque saciarlo,
quizás muere de hambre, y tiene frío, y tiembla de fiebre,
bajo una manta sucia, infestada de pulgas
y deberemos correr en busca de leche y de leña,
y telefonear a un médico, y quién sabe si a tiempo
encontraremos un teléfono, y la guía,
y el número en la noche demente,
quién sabe si tendremos suficiente dinero.


Natalia Ginzburg. No podemos saberlo.

martes, noviembre 08, 2011

Cosquillas

Yo debería

Salir más, hacerme de varios clubs. Debería comprarme ropa, teñirme el pelo de azul, dejar que Herman Cooper me llevara de paseo en el coche de su padre, que me besara y quizá hasta que me tocara mis pechos inexistentes. Debería hacer cosas útiles como aprender a hablar en público, a tocar el violonchelo eléctrico, a soldar, consultar a un médico sobre el dolor de estómago, buscarme un héroe que no sea un hombre que escribió un cuento para niños y se estrelló con su avión, dejar de intentar montar la tienda de papá en tiempo récord, tirar mis cuadernos, erguir la espalda y abandonar la costumbre de contestar a los saludos como una colegiala inglesa remilgada que cree que la vida no es más que una larga preparación para tomar unos emparedados con la reina.

Nicole Krauss. La historia del amor.

domingo, noviembre 06, 2011

puf

Lo que quiero que quisieras


Lo que quiero que quisieras nube cometa viento lo que quiero que quisieras.
Que mis tejas sean tuyas lo que quiero que quisieras.
Que tus grifos sean míos lo que quiero que quisieras.
Lo que quiero: viva Rabia. Que quisieras: Golondrina.
Lo que quiero: Trueno y Noche. Que quisieras: Babilonia.
Quiero vino quiero agua quiero rojo que quisieras.
Quiero sucio quiero hierro quiero punta que quisieras.
Quiero arderte lo que quiero martillarte que quisieras.
Quiero andarte lo que quiero recorrerte que quisieras.
Tu amor es lo que quiero. Tu céfalo es lo que quiero. La puta
felicidad contigo es lo que quiero. Hacerte sentir las veinte uñas
contra el asiento de un coche lanzado hacia siempre es lo que quiero.

Que quisieras.


Batania.
Neorrabioso.

viernes, noviembre 04, 2011

palabras

La poesía no es sólo una variedad de literatura, es también un modo de vida en la participación, el amor, el fervor, la comunión, la exaltación, el rito, la fiesta, la embriaguez, la danza, el canto, que, efectivamente, transfiguran la vida prosaica hecha de tareas prácticas, utilitarias, técnicas. (...) Fernando Pessoa decía que en cada uno de nosotros hay dos seres, el primero, el verdadero, es el de sus ilusiones, de sus sueños, que nace en la infancia y prosigue toda la vida; el segundo, el falso, es el de sus apariencias, sus discursos y sus actos. Podríamos decir de otra forma: en nosotros coexisten dos seres, el del estado prosaico y el del estado poético; esos dos seres constituyen nuestro ser, son sus dos polaridades, necesarias una para la otra: si no hubiera prosa no habría poesía, el estado poético no se manifiesta como tal sino en relación con el estado prosaico. Tenemos necesidad vital de prosa, porque las actividades prosaicas nos hacen sobrevivir. Pero muy a menudo, en el reino animal, las actividades de supervivencia (buscar comida, perseguir la presa, defenderse contra los peligros y los agresores) devoran la vida, es decir el goce. Hoy, en la tierra, los humanos dedican la mayor parte de su vivir a sobrevivir.
Tenemos que actuar para que el estado secundario llegue a primario. Hay que tratar de vivir no sólo para sobrevivir sino también para vivir.Vivir poéticamente es vivir para vivir.

Edgar Morin. De poesía y de vida.

martes, noviembre 01, 2011

entenderse

Un pobre cronopio va en su automóvil y al llegar a una esquina le fallan los frenos y choca contra otro auto. Un vigilante se acerca terriblemente y saca una libreta con tapas azules.

-¿No sabe manejar, usted? -grita el vigilante.

El cronopio lo mira un momento, y luego pregunta:

-¿Usted quién es?

El vigilante se queda duro, echa una ojeada a su uniforme como para convencerse de que no hay error.

-¿Cómo que quién soy? ¿No ve quién soy?

-Yo veo un uniforme de vigilante -explica el cronopio muy afligido-. Usted está dentro del uniforme pero el uniforme no me dice quién es usted.

El vigilante levanta la mano para pegarle, pero en la mano tiene la libreta y en la otra mano el lápiz, de manera que no le pega y se va adelante a copiar el número de la chapa. El cronopio está muy afligido y quisiera no haber chocado, porque ahora le seguirán haciendo preguntas y él no podrá contestarlas ya que no sabe quién se las hace y entre desconocidos uno no puede entenderse.

Vialidad. Historia de cronopios en Papeles inesperados de Julio Cortázar.