lunes, marzo 31, 2014

linchamientos

Matar a alguien a patadas es como ser futbolista de la sangre.
Gol en los dientes desperdigados.
Gol en la cabeza como un jarrón roto.
Gol en la barriga reventada de odio.
En mi país de fútbol alguna gente mata a patadas, con hinchada incluida alentando el derrame.
Con un rencor muy viejo que no se curará gane quien gane.

martes, marzo 25, 2014

libre (escuchando Organdí, de Drexler)

- Hola. Buenas tardes.
- Dígame.
- ¿Cómo está?
- Muy bien. ¿En qué puedo ayudarla?
- Venía a dos cosas.
- Empiece por la primera, cuando quiera.
- La primera: venía a dejarme llevar.
- Ajá.
- No quiero nada, no pido nada, no preciso nada, no afirmo nada, no peleo nada, sólo dejarme llevar.
- Ajá.
- Rascarme la cabeza, despeinarme, detrás de la oreja…
- Dejarse llevar, sí, queda claro. ¿Quiere agua o aire?
- Creo que quiero agua, pero no quiero pensar.
- ¿Piano o guitarra?
- Elija usted. Me ve la cara, esta sonrisa, decida usted.
- Camiseta de algodón, deduzco.
- Obvio.
- Descalza.
- Obvio.
- Listo entonces. No hay mucho trámite más. Ya está.
- ¿Ya está? Qué fácil.
- Lo ha hecho todo usted. Ya venía flotando. Eso ayuda.
- Perfecto. Qué ligereza.
- ¿Y lo segundo?, antes de irse, dijo que venía a dos cosas.
- Ah, sí, le dejo su recuerdo.
- Vale. Ahí queda eso. Allí va usted. Disfrute.
- Allí voy. Qué felicidad este devenir. Gracias.

jueves, marzo 20, 2014

fluir

Cuando me dices esas cosas
(ay, la palabra)
mi sangre en mis venas parece el metro de tokyo en hora punta
llenita de serotonina endorfinas
lo que sea
subiendo y bajando
apretando el latir a borbotones lentos
ahogándome en la imaginación
mareándome el deseo.
La piel
el corazón
todos bailando.

miércoles, marzo 19, 2014

flotar

dentro de sus besos
no hay gravedad.

lunes, marzo 10, 2014

enamorarse

- Buenas tardes.
- Buenas tardes.
- ¿Si?
- Venía a enamorarme.
- Ajá.
- Me dijeron que aquí…
- Le dijeron bien.
- ¿Entonces?
- ¿Usted tiene paciencia?
- Poca.
- Pues tendrá que comprar, entonces. Ve aquellas máquinas. Eche una moneda. Espera dos horas y trece minutos y le saldrá una dosis.
- ¿Y enamorarme cuándo?
- Paso a paso. ¿Qué trae en esa caja?
- Mi corazón.
- ¿Lo tiene en una caja?
- ¿Dónde sino?
- En el pecho, centradito, tirando a la izquierda.
- ¿En el pecho? Imposible. Es escandaloso, se agita, aplaude, se revuelve. A veces llora. Es como un niño pequeño.
- ¿Pero en una caja? Pasará frío. Y hambre.
- Le tiro cositas para que se alimente, no vaya a creer. Fotos, canciones, poemas, chocolate. Le susurro. Le canto.
- Ya, pero sangre lo que se dice sangre.
- No es un vampiro, es mi corazón.
- A veces son vampíricos.
- No es el caso. Yo sólo quiero enamorarme. A toda la humanidad le ocurre. ¿Es mucho pedir?
- A toda la humanidad le ocurre es una frase muy grande.
- Seis palabras. Las hay más largas. Las frases, digo.
- Hablo de que es un concepto grandilocuente. Y absurdo. Abarca mucho y dice poco.
- Yo sólo quiero enamorarme, no quiero debatir. Me dijeron que aquí…
- Le dijeron bien.
- ¿Entonces?
- ¿Trajo el disco?
- ¿Qué disco?
- El disco con sus canciones favoritas.
- ¿Es preciso?
- Preciso, preciso…. El amor es una ciencia inexacta. Le puede hacer falta banda sonora o no.
- Pues no traje. Pero sé cantar. Boleros y esas cosas.
- Pero esto no es un karaoke.
- Sé hacer cosas.
- ¿Por ejemplo?
- Sé leer de cabeza, a buen ritmo.
- Interesante pero inútil.
- Soy todo contras, entonces.
- Para enamorarse no hay pros ni contras. Ocurre.
- ¿Y entonces para qué me pide tantas cosas? Parece una prueba de supervivencia.
- Hacemos ejercicios de distracción. La gente viene pidiendo enamorarse, pero nosotros (habla en secreto): no tenemos ni idea de cómo se hace. Tenemos fama, pero es falsa, la gente compra espejitos de colores. Nosotros sólo tenemos ejercicios de distracción, a ver si los clientes se olvidan de a lo que venían.
- Venía a enamorarme.
- Y dale.
- Me dijeron que aquí.
- Le dijeron bien.
- ¿Entonces?
- ¿Ve aquella diana allí, en el medio del prado de margaritas, círculos rojos y blancos como una piruleta?
- Sí.
- Vaya y póngase allí. Espere. Mire las formas de las nubes. Huela el aire. En un rato vendrá Cupido a dispararle flechas. Tal vez alguna acierte en su corazón. Tal vez no. Se dará cuenta. Duele pero no sangra.
- Voy. (Sale corriendo).
- Oiga! Se le olvida su caja.
- Jo! No sé dónde tengo la cabeza.
- (Para sí mismo) Ni el corazón.

martes, marzo 04, 2014

besos

- Buenas tardes.
- Buenas tardes.
- Dígame.
- Venía a por besos.
- En el cielo las estrellas en el campo las espinas y en el medio de mi pecho una lata de sardinas.
- Perdone, pero he dicho besos no ver-sos.
- (Avergonzada) Ah. Lo siento. ¿Cuántos quería?
- Como para todo el fin de semana.
- Eso no me dice nada. Hay gente que en todo el fin de semana ni se roza.
- Pero está lloviendo.
- Lo mismo da que da lo mismo. ¿Entonces?
- No sé. Muchos.
- ¿Dos kilos?
- Póngame tres, por las dudas.
- ¿Y cómo los quiere?
- Quiero de varios un poco. ¿Se pueden probar?
- Tres pruebas. No más.
- A ver, deme un poco de beso a l'orangesoir.
- Ése es ligeramente amargo.
- Mmm, sí, sabe como a fin de semana que termina. Medio digestivo, no sé. Quiero algo más cremoso. Pero frutal cuando líquido. Ya sabe, consistente, pero fluido.
- Qué exigente, mujer. No sé si haya uno así tal cual.
- Ése de beso al fogón ¿qué lleva?
- Apretón de labios, poca saliva, todo batido a fuego lento en movimientos circulares.
- ¿Y el de beso dubitativo?
- Ése lleva más aire que beso, viene granulado.
- No, ése no quiero.
- Venga, guapa, tampoco tengo todo el día.
- Uy, qué carácter. Parece mentira que venda usted besos.
- Es que usted se está regodeando.
- Y qué quiere, que elija los besos como quien mira llover?
- Tanto elegir! Pruebe nuestros besos sorpresa. Verá que tienen su encanto, la dejan a una temblorosa.
- Y si me llevo tres kilos y a media tarde tengo atracón de besos y dolor de barriga, los puedo devolver?
- (Resoplando) Guarde el ticket y no rompa el vacío.
- Se trataba de romperlo justamente.
- Pero es que entonces usted no debería de estar comprando besos!
- ¿Qué quiere decir?
- Pues sí, que aquí vienen aquellos que viven bien de imaginaciones. De vacío, pues.
- Pero si yo imagino bien!
- Qué va! Ya está pensando en el reembolso.
- Dudo a veces, ya sé.
- No me diga...
- ¿Qué me recomienda, entonces?
- Que abra un poquito más la boca.
- ¿Qué tanto más?
- No sé qué tanto más! ¿Acaso alguna vez le para a usted la mente? ¡Sólo ábrala!
- Vale, vale! La abro más ¿y luego?
- Cierre los ojos.
- ¿Y luego?
- Y luego.

(Escrito con Ana Jimena Sánchez).

domingo, marzo 02, 2014

¿en qué mano está?

Era así:
hasta el día anterior las escondían
detrás de la espalda
como un juego.
Y de repente
esa mañana
cuando los almendros enseñaron las manos
las tenían llenas de flores.