martes, abril 05, 2016

llorar

- Hola, buenos días.
- Buenos días.
- ¿En qué la puedo ayudar?
- Venía a ponerme al día de llanto.
- ¿Ponerse al día?
- Tengo algunas cuotas atragantadas, digo, atrasadas.
- Déjeme mirar. ¿Me dice su número?
- 7928683
- Pues sí, tiene un llanto hiper acumulado. Yo no sé la verdad cómo vamos a arreglar esto.
- Pues vine a llorar. Me he presentado voluntariamente.
- ¿A llorar a mares o a llorar a secas?
- Venía a ponerme al día, no traía mucho planeado, imagino que tienen unos protocolos.
- Ya, pero su caso…
- Mi caso nada, mi caso es que quiero llorar hasta estar al día y ahí ya que la vida siga sin deudas pendientes.
- Ya. Dicho así suena fácil.
- ¿Y no lo es?
- ¿Usted por qué viene a llorar, exactamente?
Carraspea. Duda. Silencio.
- Lo ve: ya no sabe ni por qué quiere llorar. Quiere llorar, sí, lo nota, es como un bulto, un quiste, una pelota de rugby en el estómago, pero ¿con qué material está inflada?, ah, señorita, su caso no es el único.
- Por dios, no me desanime. Yo creía que era un poco más fácil, ponerse a llorar y listo.
- Bueno, pues inténtelo, yo se lo gestiono ahora mismo, que no se diga. ¿Necesita público o quiere llorar a solas?
- Yo creo que a solas.
- ¿Y precisa música, películas, algún estímulo?
- Un anzuelo.
- ¿Un anzuelo?
- Sí, un anzuelo, para coger la pena de dentro, engancharla, tironear hacia fuera, arrancarla y empezar a llorar en cuanto la vomite.
El empleado se sonríe.
- ¿De qué se ríe?
- Le han explicado mal. Lo siento. Aquí no hacemos eso. Este es el Ministerio del llanto, pero nosotros no hacemos milagros. No tenemos esos anzuelos, no sé de su existencia. Usted viene, llora y se queda tan ancha, pero el trabajo duro lo trae hecho de casa, no tenemos medios para atender a cada caso tan personalmente.
(Silencio).
- ¿Entonces no hay alguien que pregunte?
- ¿Perdone?
- Sí, alguien que pregunte, alguien que haga preguntas como anzuelos, que se tome el tiempo de hacer una pregunta, pregunta bisturí, pregunta aladino, pregunta ábrete sésamo, alguien que quiera escuchar.
- ¿Un psicólogo?
- Bueno, no hablaba de eso, pero si no hay otra opción y hay que pagar, se paga.
- Usted pide imposibles. Aquí tampoco tenemos psicólogos. Ya le he dicho, no hay presupuesto. Sólo tenemos kleenex. Millones y millones de kleenex. Y son gratis, esos sí están subvencionados.
- Kleenex subvencionados. Bien. Algo es algo.
- ¿Quiere llorar entonces? Tenemos una habitación libre ahora mismo, la 603, se llora bien ahí, dicen. Pero dése prisa, cerramos en una hora.
- Mejor lo voy a pensar. Ya intentaré volver otro día con más tiempo.
- Pero no lo deje estar, recuerde los intereses, le saldrá muy caro si no se pone al día.
- Gracias por la advertencia.