domingo, noviembre 03, 2013

antiguo

m. se pregunta cómo lo hago. Se sorprende y me admira, aunque ella es incapaz de hacerlo. Ella no tiene idea de lo que es hacer un muro, levantar barricadas, hacer un pozo al fondo del jardín, enterrar el corazón, echar tierra, y escombros de otros siglos, saltar sobre la fosa improvisada para sellar el barro, dejar allí, como en la superficie de una luna terrestre (tan cerca, tan lejos) las huellas de las zapatillas. No seas dramática, me digo: no hagas literatura de la mala.
m. no sabe lo que es la disciplina. Siente que poner límite al dolor es amar menos, es amar peor. Yo no tengo respuestas, hoy ni una sola en el fondo de ningún bolsillo, cierro las puertas un paso por delante del destino. No seas chula, me digo: ¿un paso por delante del destino?
Ella va y viene, navegando en mi herida entreabierta, descose la costura, saca una pierna, ese cuello, la mirada que tengo que esquivar para que los ladrillos no se caigan.
En el fondo del pozo, el corazón como un perrito abandonado. Lo escucho gemir a horas intempestivas, por motivos variables: llora por la película que veo, pero todos sabemos que no llora por eso.
Pienso: debo estar ya mayor, porque cuando lloro lo hago por las cosas que ya no ocurrirán. No te pongas trascendente, me digo: se te da mejor la comedia y no este intento de diario vacuo en el que no dices nada.
Decir qué? Me pregunto yo misma a mí misma.