jueves, febrero 20, 2014

desmadejar

Mi padre tenía unas manos muy bonitas. Recuerdo prestarles especial atención, haberme dado cuenta de aquello desde muy niña. Eran manos de hombre delicado, con dedos largos como de escribir poemas sin mancharse.
Mi padre nos hizo una madeja con esas mismas manos. Se tomó casi toda su vida para hacerla, como si hubiera estado, dedicado, jugando un juego que ni él comprendía. Dentro de la madeja metió la música, la delicadeza, el miedo, el silencio, a Freud, la poesía, la inmovilidad, el humor, la ausencia, la culpa, la melancolía. Tantas cosas tan interminables.
Mi padre tenía unas manos muy bonitas con las que en un momento dado le dio pavura abrazar la vida.
Para irse, abrió una de sus manos y dejó caer la madeja tan parsimoniosamente elaborada.
La vimos rebotar en el suelo como una pompa o un planeta loco, muy en cámara lenta, y todavía (aún es pronto, lo sé) la sentimos pasearse entre nuestras piernas como un gato que alguien ha recogido de la calle y que no tiene un nombre que lo nombre.

4 Comments:

Blogger Ana Jimena Sánchez said...

Qué imágenes tan precisas, tan delicadas.

En realidad me dejó silenciosa, pero heme aquí, insistiendo con el comentario.

Te mando abrazos.

19:46  
Blogger Ana Jimena Sánchez said...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

19:46  
Blogger Ana Jimena Sánchez said...

Comentario repetido, ya sabes.

19:47  
Blogger samsa said...

Ana:

Lo escribí después de que me preguntaras por mi padre. Y de mi silencio enmadejado, insistiendo en el texto, salió eso.

Merci.

otro abrazo!

10:45  

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